Esto me lo contaba mi santa madre anoche, y no tiene desperdicio. He de decir que lo de santa es así, no es que sea de misa ni nada de eso, es que tiene más paciencia que un santo. En 42 años creo que nunca la he visto perder la paciencia, y motivos no le han faltado, porque en mi casa somos tres hermanos y un padre, y hay que reconocer que todos raritos y bastante cabezotas. Pero es que tengo un sobrino, muy majo él, pero muy malo comiendo, que es capaz de acabar hasta con la paciencia de su abuela. La historia es esta:
Estaba ayer mi madre intentando que el nieto comiera algo al medio día, y tras la negociación habitual acerca del número de cucharadas que se comía o se dejaba de comer, decidió pasar al postre, harta ya de discutir. Tocaba yogur…
- Mi madre: Venga, come un poco, que yo te ayudo… (aclaro que el niño tiene cinco años).
- Mi sobrino: ¡Huele a peste! (a la vez que aparta la cuchara).
Cómo debía estar mi madre (o sea, hasta los cojones…), que agarró el yogur y a la vez que le decía “¿Pues sabes lo que te digo? ¡Que ya no hay yogur!”, lo lanzó dentro del fregadero, que se encontraba a un par de metros de distancia. Mi sobrino se debió quedar flipao, lástima no haberle visto la cara. Su única reacción fue decir “¿Y ya no hay postre…?”.
Pero no acaba ahí la cosa, porque más tarde llegó la merienda… Tocaba batido de no sé qué, de esos que vienen con pajita para clavar en el tetrabrik. Y mi sobrino volvió al ataque:
- Mi sobrino: No tengo hambre.
- Mi madre: Pues te tomas un poquito, que tienes que comer.
(Un minuto después)
- Mi sobrino: Ya está, ya no quiero más.
(Mi madre coge el batido y por el peso detecta que solo lo ha probado)
- Mi madre: ¿Pues sabes lo que te digo? ¡Que tampoco hay merienda!
Y ¡toma!, al fregadero, lanzado cual lanzamiento de peso, directo al desagüe, que se quedó hasta boca abajo, con pajita y todo.
La verdad es que la pobre se llevó un disgusto tremendo, y se encerró a llorar de lo nerviosa que se había puesto. Y todo era decirme “si yo no soy así, si vosotros nunca me habéis hecho eso, ni tampoco tu hijo…”. Menos mal que mi madre es capaz de reírse de su sombra, y una vez pasado el disgusto nos partíamos de risa las dos recordando el lanzamiento de yogur. Creo que mi sobrino se lo pensará dos veces la próxima vez, sobre todo porque se quedó sin Huevo Kinder de postre :D.